viernes, 19 de abril de 2013

Mao Tse Tung entre la Poesía y la Revolución

Mientras en Moscú, tras la breve tregua de la "desestanilización", Shepilov resucitaba las infortunadas tesis estéticas de Jdanov sobre el Realismo Socialista, en China, empeñado en la búsqueda de lo que se llama la propia vía hacia la transformación social, Mao Tse Tung pronunciaba una frase que es suma y síntesis del espíritu que lo caracteriza en el conjunto de los dirigentes del mundo comunista. "Que todas las flores florezcan en China, que todas las escuelas rivalicen" -el lema cultural de la China actual- significaría que, en una palabra, la libertad del artista sería respetada en la vasta extensión de la patria de Confucio y Lao Tse. Según Mao, la renovación cultural de la China implica fundamentalmente la introducción de obras extranjeras, la traducción al chino moderno de las obras antiguas, la competencia en el plano de las ideas y la unificación de los dialectos regionales en un idioma amplio y eficaz.


Que Mao y sus colaboradores no asuman las fanáticas actitudes de sus camaradas rusos o húngaros, se explica bien: se trata, en primer término, de la secular sabiduría china, serena y desapasionada, y en segundo lugar, de la condición de poeta que, junto a la de estratega y a la de estadista, exhibe el propio Mao. "Los poemas de la arena y el viento" es el título de la obra poética más conocida de Mao Tse Tung, pero en revistas literarias y en manuscritos otras creaciones circulan entre los aficionados. Lírico por excelencia, situado en la tradición de los clásicos, pero sin rehuir los elementos que le proporciona su sensibilidad de hombre del siglo XX, protagonista del drama político y social en que su pueblo está comprometido, el jefe chino canta cada vez que vive una experiencia emotiva.

Un poema que se ha hecho célebre es el que se titula "La nieve". La circunstancia en que fue escrito es curiosa. En 1945, cuando negociaba con su rival Chiang Kai Chek, tuvo Mao que subir, por primera vez, a un avión D.C.4, puesto a su disposición por la embajada norteamericana. Tal fue su impresión al ver el territorio chino desde la altura que, en pleno viaje, compuso el que es hoy uno de los poemas más populares de su obra. Basta leerlo para verificar cuán lejos está esa página de las muletillas con que los directores intelectuales de Moscú atosigan a los literatos rusos. Helo aquí:

Todo el paisaje del Norte
Está encerrado en mil "li" de hielo
Y diez mil "li" de torbellinos de nieve.
Miro al mismo tiempo ambos lados de la Gran Muralla...
Siento un vasto transtorno.
En los canales superiores e inferiores del Río Amarillo
Ya no se puede ver correr el agua.
Las cordilleras son serpientes de plata que danzan,
Las colinas son elefantes que brillan sobre las llanuras.
Quisiera medirme con los cielos.
Tan encantadora es la tierra
Que parece una muchacha de rostro rosado y blanco traje,
Y tal es el prodigio de sus montañas y sus ríos
Que necesita de innumerables héroes que rivalicen persiguiéndola.
Los emperadores Shih Huang y Wu Ti eran apenas cultos.
Los emperadores Tai Tsung y Tai Tsu no eran hombres sensibles.
Gengis Khan no sabía sino dirigir su arco contra las águilas.
Todos ellos son el pasado: sólo hoy existen hombres de corazón.

Sencillez y profundidad, en verdad. Tal como en sus discursos sobre el arte y la misión del artista, las palabras parecen manifestar ahí el deseo de hacer valer la belleza al lado de las necesidades perentorias de la hora. A Mao Tse Tung teórico pertenecen también los principios siguientes: "Evidentemente, la naturaleza es la única fuente de las formas idealizadas de la literatura y el arte, y la naturaleza es infinitamente más viva, fuerte y rica de contenido que el arte. Sin embargo, el pueblo necesita de arte, y no de naturaleza. ¿Por qué? Porque las creaciones del arte son más sistemáticas, más condensadas, más típicas y, en fin, más universales". A los poetas se les acusa de no ser prácticos, de "estar en las nubes", pero la de China es una revolución hecha, según se desprende de lo que antecede, por un poeta. Un poeta que quiere que, mientras su país se incorpora al mundo moderno de la producción industrial y de la pujanza económica, en él "florezcan todas las flores y todas las escuelas compitan".



Sebastián Salazar Bondy
Tomado de: Revista Literatura, Nº 1, febrero 1958

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