jueves, 18 de junio de 2015

El animal favorito del señor K.
Bertolt Brecht

Preguntado por su animal preferido, el señor K. respondió que el elefante, y dio las siguientes razones: En el elefante combinan la astucia y la fuerza física. La suya no es la escasa astucia necesaria para eludir una persecución o atrapar una presa, sino la astucia que tiene a su disposición la fuerza para realizar grandes empresas. Por donde quiera que pasa, este animal deja una huella bien visible. Tiene además buen carácter y sabe aceptar una broma. Es tan buen amigo como buen enemigo. Es muy grande y pesado y, sin embargo, es también muy rápido. Su trompa proporciona a un cuerpo enorme hasta los alimentos más pequeños: por ejemplo, nueces. Tiene orejas móviles: no oye más que lo que le conviene. Vive muchos años. Es muy sociable, y no sólo en su trato con otros elefantes. En todas partes se le ama y se le teme a un tiempo. Una cierta comicidad es la causa de que a veces incluso se le adore. Tiene una piel muy espesa: contra ella se quiebra cualquier cuchillo, pero su natural es tierno. Puede ponerse triste. Puede también enfadarse. Le gusta bailar. Se interna siempre en la espesura para morir. Le encantan los niños y otros animales de pequeño tamaño. Es gris y sólo llama la atención por su masa. No es comestible. Es buen trabajador. Le gusta beber y se pone alegre. Hace algo en pro del arte: proporciona marfil.


domingo, 7 de junio de 2015

La sabiduría del sabio reside en su actitud
Bertolt Brecht

La mayoría de nosotros identificamos a Brecht con el teatro. Sin embargo, ha sido un prolífico autor no solo de teatro, sino también de poemas, canciones y narraciones. Comunista convencido, aplicó el materialismo histórico y dialéctico a su labor artística para demostrar que el teatro y el arte en general no pueden ser imparciales, sino que están orientados por una determinada concepción del mundo. A continuación, un relato muy didáctico acerca del impacto que tiene en los demás una persona con verdadera convicción, la que va más allá del discurso y se evidencia en actitudes y hasta movimientos.

Una vez visitó al señor K. un profesor de filosofía, que se pasó todo el tiempo hablando de su propia sapiencia. Después de haberle aguantado un buen rato, el señor K. dijo a su visitante:
- No estás sentado a gusto, no hablas a gusto, ni piensas a gusto.

El profesor de filosofía se ofendió y dijo:
- No me interesan los comentarios sobre mi persona, sino sobre el contenido de mi discurso.
- Tu discurso -replicó el señor K.- carece de contenido. Te veo andar torpemente, y por más que te observo, no te veo llegar a ninguna parte. Te expresas con oscuridad, y por más que hablas, tus palabras no arrojan luz. Cuando veo tu actitud, deja de interesarme tu objetivo.